La presente investigación ha sido elaborada por Revista Nómadas, con el apoyo de WWF Bolivia.
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La Amazonía al borde del abismo: la batalla por evitar la pérdida irreversible
La Amazonía se encuentra en un estado crítico, al borde de la pérdida irreversible debido a la deforestación desenfrenada. En este reportaje, se destaca el llamado urgente para salvar nuestro planeta y preservar este invaluable ecosistema. Voces preocupadas, testimonios impactantes y datos alarmantes revelan la grave situación a la que se enfrenta la región amazónica. Es hora de actuar antes de que sea demasiado tarde y escuchar el grito silencioso de la selva.
Cada día se pone en juego la vida del bosque. Foto. Karina Segovia
Las últimas lluvias han caído sobre una tierra desierta y el agua se ha escurrido en un puñado de horas. No como antes, cuando incluso después de que las nubes negras terminaban de vaciarse, dentro del bosque seguía lloviendo porque las gotas que quedaban en las copas de los árboles y de los palmerales bajaban sin prisa y caían parsimoniosas durante toda la noche, hasta la superficie donde moraban los animales silvestres.
—Muchas cosas están cambiado en el norte amazónico—lamenta Constancio Chávez —, mientras observa el horizonte donde había una hermosa vegetación que le encantaba ver cada vez que pasaba por esta región del departamento de Beni y donde él tiene su casa de barro con techo de motacú en las afueras de Riberalta.
Pero la deforestación ha sido inclemente y ha llegado de la mano de una colonia menonita y de una comunidad campesina que, atraídas por la construcción de la carretera Riberalta—Rurrenabaque, en el departamento boliviano de Beni, han ingresado para producir soya donde antes había humedales naturales y vivían capibaras y lagartos y en los árboles de copa ancha anidaban las garzas llegadas de otros continentes.
La preocupación de Constancio Chávez sobre las pérdidas de bosque no es aislada. Como la de él, en Bolivia, existen muchas voces que confirman la preocupación mundial de que la Amazonia está siendo azotada por la deforestación que no solo está afectando la vida de las comunidades indígenas y de la vida silvestre, sino también del resto del planeta.
Las evidencias de los testimonios que ahora recoge Revista Nómadas desde diferentes lugares tanto dentro de la Amazonia boliviana, como del Bosque Seco Chiquitano y de las zonas de transición entre ambos biomas, confirman los datos del estudio técnico presentado en noviembre del 2022 por WWF Reino Unido, en colaboración con WWF Brasil y la Unidad de Coordinación Amazónica de WWF, en el que revelaron que nos enfrentamos a un riesgo crítico de cambio abrupto de la vegetación, un punto de inflexión o de no retorno.
El punto de no retorno de la Amazonia se refiere a un umbral crítico más allá del cual los procesos de degradación y deforestación en la región amazónica se vuelven irreversibles y la capacidad de recuperación del ecosistema se ve comprometida de manera significativa. Este punto implica que los daños causados al bosque y al equilibrio ecológico son tan extensos que el ecosistema ya no puede regenerarse por sí mismo o revertir los impactos negativos en un período de tiempo razonable.
El punto de no retorno de la Amazonia es motivo de preocupación debido a las graves consecuencias que conlleva para la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y el clima global. La pérdida masiva de bosques amazónicos podría desencadenar un proceso de desertificación y transformar grandes áreas de la selva en ecosistemas secos y degradados. Además, la Amazonia es considerada uno de los mayores sumideros de carbono del planeta, por lo que su destrucción significaría la liberación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero, agravando el cambio climático.
Los indicadores de alerta temprana —según el estudio técnico de la WWF— basados en datos de observación y modelos, revelaron ya una posible desestabilización de la selva amazónica y que el punto de inflexión crítico para la precipitación anual, la duración de la estación seca y la deforestación promedio, emiten la alerta de que un tercio (34%) del bioma amazónico ya ha experimentado al menos un umbral del punto de inflexión crítico. Ese porcentaje es comparable a un área de 2,4 millones de km2, aproximadamente una cuarta parte del tamaño de Europa.
El documento emitido por la WWF, pone en evidencia que los hechos de la Amazonia inspiran asombro: “Con aproximadamente 6.9 millones de km2, el bioma abarca nueve países y territorios, con poco más de la mitad del bosque ubicado en Brasil. Un increíble 15% de la fotosíntesis que ocurre en todo el planeta tiene lugar en la Amazonia, y se estima que alrededor del 17% de todo el carbono vegetal del mundo se almacena allí. La Amazonia es tan extensa y está ubicada en la trayectoria de la Zona de Convergencia Intertropical, que todo el bosque actúa como una gigantesca bomba de agua, tan poderosa que cada gota de lluvia puede ser reciclada a través de los árboles y caer 5 o 6 veces, a medida que cruza la cuenca de este a oeste. Una estación seca de corta duración y estable, la llegada de agua adecuada desde el Atlántico tropical y esta cascada de agua donada son esenciales para mantener el bosque”.
Pero la salud de ese extenso pulmón natural que ocupa el 40% del territorio sudamericano y que produce el 20% del aire puro del planeta —como está demostrado— no es alentadora.
A finales de marzo pasado, el sol se ocultaba en el horizonte sobre varias comunidades indígenas de Bolivia a las que estaba visitando Revista Nómadas, para evidenciar la crisis medioambiental y evidenciar cómo la sombra de la tragedia se cierne sobre la majestuosidad de la Amazonia. Un susurro agónico resonaba entre los árboles centenarios de Porvenir, de Piso Firme, de Bella Vista (en el Parque Nacional Noel Kempff Mercado), mientras las estimaciones de las reservas de carbono salían a la luz gracias al estudio técnico que la WWF presentó el 2022, revelando la magnitud de lo que estaba en juego.
Las cifras eran abrumadoras. Entre 100 000 millones y 200 000 millones de toneladas de carbono, equivalentes a 367 y 733 Gigatoneladas de dióxido de carbono CO2, están cautivas en las profundidades de la selva amazónica. Era una riqueza invaluable, un tesoro oculto en cada hoja y en cada suspiro de la naturaleza. Pero, al mismo tiempo, era un frágil equilibrio, vulnerable a la codicia y a la indiferencia humana.
El destino de la Amazonía se mece en un estrecho hilo. Los científicos dieron su advertencia de que para mantenerse dentro del objetivo climático de 1,5⁰C, el presupuesto global de carbono disponible oscilaba entre 360 y 510 Gigatoneladas de CO2. Perder la oportunidad de mantener el planeta en el límite de 1.5 grados centígrados —coinciden varios expertos y científicos en la problemática ambiental— nos dejaría sin la posibilidad de hacerle frente a la crisis climática. La Amazonia actúa como un regulador del clima regional y mundial, por lo que, perderla afectaría la vida de más de 300 millones de personas que habitan en Sudamérica, lo cual muestra la gravedad regional y planetaria. Un suspiro de angustia escapó de los labios de quienes entendían el significado de estas cifras. Una de ellas era Hortensia Gómez, la cacique de la comunidad indígena de Piso Firme, la comunidad que se encuentra en las puertas del Noel Kempff Mercado.
—Si los ataques a los bosques no se detienen, el planeta entero se va a enfermar. Eso lo sabemos porque ya nuestros abuelos nos lo venían repitiendo— dijo Hortensia Gómez.
A la sabiduría ancestral, se suma las evidencias técnicas, como el estudio de WWF que hace referencia a la pérdida total de la Amazonia, ese pulmón verde que abarca vastas extensiones de tierra, podría agotar todo el presupuesto de carbono restante para alcanzar la meta de 1,5⁰C. El futuro de nuestro clima, de nuestras vidas y del planeta entero están en riesgo, amenazado por la voracidad de la deforestación:
De concretarse la pérdida del bioma, 47 millones de personas que viven en la región Amazónica verían sus vidas afectadas, su sustento amenazado y su hogar despojado de su esencia. La biodiversidad terrestre, ese vasto tapiz de vida que se entrelaza en la Amazonia, se tambalearía al borde del abismo. Los ecosistemas y las especies únicas correrían el riesgo de desaparecer para siempre, dejando un vacío insustituible en el corazón mismo de la Tierra.
La laguna Concepción, seca y rodeada de deforestación.
Cabe recordar que, históricamente, la Amazonia ha sufrido los vaivenes de los gobiernos, de las políticas y de las decisiones que llevaron a un aumento desenfrenado de la deforestación. Pero ahora, en este momento crucial, la situación debe cambiar. Una voz colectiva se alza para exigir un nuevo rumbo, para evitar el cambio catastrófico y abrupto al que se dirige en la Amazonía.
En otro punto de Bolivia, el aumento de la temperatura se siente y sufren durante gran parte del año. En el momento en que se elimina una hectárea de bosque amazónico, la temperatura aumenta y esa zona devastada se convierte en una isla de calor. Al aumentar la temperatura, los árboles que quedaron en pie también sufren las consecuencias porque la evapotranspiración —que es la pérdida de su humedad— se eleva y se convierten en presa de los incendios forestales.
Ese aumento de calor lo ha experimentado Dirlene Mejía, exguardaparque del Área Natural de Manejo Integral (ANMI) Laguna Concepción, cuyo espejo de agua de más de más de 5.000 hectáreas, ha desaparecido en su totalidad, el doble del tamaño del Plan 3.000, la ciudadela más extensa y poblada de Santa Cruz de la Sierra.
La laguna Concepción —lamenta Dirlene— era clave para la vida de las comunidades chiquitanas de Motacucito y de El Cerro.
En el corazón geográfico del departamento boliviano de Santa Cruz, reposa el cuerpo seco de la laguna Concepción, enmarcada por el imponente Bosque Seco Chiquitano y extendiéndose en los municipios de Pailón y San José. A pesar de portar en su pecho dos pergaminos que deberían haberla protegido y captado la atención de sus guardianes, su presencia ha sido ignorada. Desde el año 2002, la laguna ostenta el título de sitio RAMSAR, reconocimiento que debería garantizar su importancia como humedal de relevancia internacional bajo el tratado ambiental de la Unesco establecido en 1971. Además, en 2009 fue designada como área protegida, conocida actualmente como la Unidad de Conservación del Patrimonio Natural (UCPN)-Refugio de Vida Silvestre Departamental Laguna Concepción, abarcando una extensión de 135.566 hectáreas. A pesar de estos reconocimientos, la laguna Concepción ha sido descuidada, y es crucial que se tomen medidas urgentes para preservar este tesoro natural y asegurar su existencia para las generaciones venideras.
La laguna de San Ignacio de Velasco. Herida, por la deforestación y otras amenazas.
Pero Concepción no es la única laguna afectada por las manos dañinas de los hombres. En los últimos cuatro años, 181 hectáreas del espejo de agua han desaparecido de la represa de San Ignacio de Velasco. Los afluentes de la cuenca también se han secado mientras la tala destruye los bosques para expandir la frontera agrícola y ganadera.
Este fenómeno tiene consecuencias en cadena. Las comunidades indígenas chiquitanas que habitan en toda la cuenca sufren las consecuencias, al igual que las zonas urbanas como San Ignacio de Velasco, que durante años ha dependido de la represa construida en las cercanías de esta cálida localidad para satisfacer su necesidad de agua.
Los alfareros de Sutuniquiña, una comunidad indígena a dos kilómetros de San Ignacio, no solo sufren la escasez del agua para beber que antes bebían de la represa, sino también para realizar sus artesanías, puesto que la arcilla con la que trabajan sus productos, necesita de bastante agua.
En los últimos 37 años, Bolivia ha perdido un total de 7.9 millones de hectáreas de bosque, reduciendo su extensión forestal de 63 millones de hectáreas en 1985 a 55 millones de hectáreas en 2022, explicó Marlene Quintanilla, directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) en Bolivia, haciendo uso de datos de MapBiomas Bolivia y la colección de mapas anuales que revelan los cambios en la cobertura y el uso del suelo en Bolivia entre 1985 y 2022, realizado por FAN Bolivia con el respaldo de la Red Amazónica de Información Socioambiental (RAISG).
El año 2021 marcó un hito preocupante en la deforestación y conversión de tierras en Bolivia, según los datos recopilados por MapBiomas Bolivia. En todo el país, se perdieron un total de 380,249 hectáreas de bosque y 259,002 hectáreas de ecosistemas no boscosos. En otras palabras, cerca de 639,251 hectáreas de naturaleza se desvanecieron, lo que equivale a aproximadamente una sexta parte del territorio del departamento de Tarija.
La deforestación y conversión de tierras ha ido en aumento año tras año desde 2016, cuando se perdieron 279,158 hectáreas, y desde 2019, cuando la cifra ascendió a 442,188 hectáreas, alcanzando récords históricos cada vez. La devastación observada en 2021 representa el 33.4% del total de los cinco años anteriores combinados. Lamentablemente, la tendencia se mantiene en 2022, y los datos preliminares indican que se han perdido 429,000 hectáreas de bosque, casi alcanzando el nivel récord registrado en 2019.
En el vasto territorio de la Amazonia, un pulmón vital para el planeta, el tiempo parece agotarse. La amenaza del punto de inflexión acecha, pero aún hay esperanza para reducir el riesgo. Sin embargo, cualquier solución para preservar este ecosistema crucial debe incluir la salvaguardia y el fortalecimiento de los derechos de los pueblos indígenas.
Los pueblos ancestrales son guardianes ancestrales de la Amazonia. Sus tierras boscosas, que albergan un tercio del carbono de la región y tienen las tasas más bajas de deforestación, son un bastión contra la degradación. Proteger y reconocer estos derechos se vuelve esencial para mantener el equilibrio y la riqueza de la selva amazónica.
El desafío de evitar el punto de inflexión requerirá acciones audaces en los nueve países y territorios amazónicos, superando cualquier esfuerzo anterior. Es imperativo comprometerse a largo plazo para evitar que intereses dañinos prevalezcan en la región. Se necesitan nuevas y ambiciosas vías para lograr objetivos y financiamiento libre de deforestación y conversión.
Desafortunadamente, muchos compromisos internos están lejos de cumplir sus metas en la actualidad. Es urgente eliminar la deforestación de las cadenas de suministro, pero también se requieren soluciones adicionales. Los cambios presupuestarios en Brasil durante los últimos períodos de administración ejemplifican cómo la estabilidad de los organismos nacionales está vinculada a la trayectoria de deforestación en la Amazonía.
Sin embargo, hay señales de esperanza. La reactivación del Fondo Amazonia, detenido durante la administración anterior, brinda una oportunidad para estabilizar las políticas de protección. Pero más allá de esto, se necesita un enfoque sólido y a largo plazo respaldado por unidades de administración forestal y ambiental en los nueve países y territorios.
La acción para proteger la Amazonia debe ir de la mano con un compromiso global para cumplir los objetivos climáticos y eliminar las dos amenazas principales: el cambio climático y la pérdida y degradación de los bosques. Las reformas institucionales del pasado han demostrado ser transitorias, por lo que es fundamental establecer sistemas de protección sólidos y un clima estable que permita a la Amazonia prosperar como la «Amazonia viviente».
Mientras la preocupación avanza por la Amazonia, hay comunidades indígenas, como Palmarito de la Frontera y las que viven en Laguna Marfil de San Ignacio de Velasco, que están trabajando para encontrar soluciones a los problemas causados a la naturaleza por las manos de los seres humanos.
La esperanza de luchar por la naturaleza, no se ha perdido. Foto: Karina Segovia.
Palmarito de la Frontera es una comunidad centenaria que habita en la parte sur del territorio Monte Verde, que tiene una extensión de un millón de hectáreas. Su organización forestal fusiona su conocimiento local y la norma actual para mantener bosques en pie en el área transicional del bosque Amazónico al bosque seco tropical.
“El área donde hay especies maderables nos permite tener fuentes de ingreso a nuestra comunidad y así mismo hacer un buen manejo para que, posteriormente, seguir teniendo madera. De esta manera estamos cuidando también nuestros bosques”, dice Mauricio Tomichá, ex representante legal y actual presidente de la OTB de Palmarito de la Frontera.
La madera en el bosque, aunque en el eslabón inicial de la cadena productiva, sustenta la economía rural en las comunidades indígenas, aun así, Palmarito de la Frontera aguanta año tras año una alta presión de las colonias menonitas vecinas para evitar la deforestación de su territorio, es decir, defienden el modelo forestal que manejan ante modelos agrícolas que proponen la conversión de uso del suelo.
En el Área Natural de Manejo Integrado Municipal Laguna Marfil de San Ignacio de Velasco, Bolivia, se está tejiendo una historia de esperanza y resiliencia. La silvicultura ha emergido como una herramienta fundamental en la protección y conservación de los diversos ecosistemas y la vida silvestre que habita en esta área protegida. Los habitantes de las comunidades locales han unido fuerzas y tienen el firme convencimiento de que el manejo forestal, basado en el conocimiento científico y las prácticas ancestrales, se convierte en un escudo protector contra los embates de los incendios forestales, la invasión de tierras, la sequía y la deforestación.
Con determinación y dedicación, las mujeres de las comunidades, como Marcia Macoñó, en Laguna Marfil, han abrazado este enfoque holístico, reconociendo la importancia de su papel como guardianes de la naturaleza. Juntas, están implementando estrategias de gestión forestal sostenible, promoviendo la regeneración de los bosques y el uso responsable de los recursos naturales. A través del empoderamiento comunitario y la capacitación en prácticas forestales sostenibles, están forjando un futuro en el que el equilibrio entre el hombre y la naturaleza se convierta en la norma. Esta historia de colaboración y compromiso inspira a otras personas a seguir sus pasos, demostrando que la unión entre la ciencia y la sabiduría ancestral puede ser la clave para preservar los tesoros naturales que nos rodean.
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La presente investigación ha sido elaborada por Revista Nómadas, con el apoyo de WWF Bolivia.